La obra elegida es El camino de Miguel Delibes, publicada en 1950. Con ella Delibes protagonizó, a juicio de la mayoría de la crítica, la renovación de la novela de posguerra en España, junto con la obra de Cela y de Carmen Laforet. Y lo hace con una novela sencilla en la forma y en el lenguaje, que relata desde el punto de vista de un niño de once años la vida en un pequeño pueblo de las montañas de Cantabria en los meses anteriores a su salida a la ciudad.
El argumento es sencillo. Daniel el Mochuelo está destinado a dejar su vida en el pueblo para ir a la ciudad a estudiar al instituto porque su padre, el quesero del pueblo, quiere que progrese en la vida. Él no quiere y esa noche previa a la partida, Daniel recuerda la vida de todos aquellos que han convivido con él, especialmente sus amigos Roque, el Moñigo y Germán, el Tiñoso. Pero también otros personajes que conforman un cuadro completo, coral, de la vida del pueblo: su padre, Salvador, el tabernero y borracho Quino, el Manco, y su hija Mariuca, las Guindillas, que son tres hermanas solteronas, representantes de la moralidad, o don José, el cura. Gracias a sus vidas, Daniel el Mochuelo accede a la experiencia de la vida adulta en un entorno de naturaleza idílica que aspira a no perder el protagonista. La novela se cierra dándose cuenta Daniel, el Mochuelo, que no ha dormido recordando todas las historias del pueblo. Y cuando todos han ido a despedirse de él, esa mañana, antes de partir, hace algo que había prometido que nunca iba a hacer, llorar.
Destaca en la novela el tema de la vida rural y la naturaleza, que pese a su brutalidad es presentado como un espacio idílico, de relaciones humanas primitivas pero auténticas. El entorno natural es el lugar para las correrías de los niños, caza y pesca de pequeños animales, pero también como punto de arranque del descubrimiento de experiencias vitales, como la conversación en la que Roque, el Moñigo, les explica a los otros dos de dónde vienen realmente los niños.
Otros temas tratados en la novela son el amor y la amistad. Lo interesante es que este amor o amistad no solo lo viven los niños. Sirvan de ejemplo, el amor platónico que siente Daniel, el Mochuelo, por la hija del indiano, la Mica. O la amistad inquebrantable de los niños que se muestra en todo su dramatismo tras la muerte de Germán, el Tiñoso. También a los adultos les llega el momento de enamorarse, o al menos, de rehacer sus vidas en pareja, dando una segunda oportunidad a personajes de los que difícilmente podríamos esperarlo. Así le ocurre a la Guindilla Mayor, con Quino, el Manco. O con don Moisés, el maestro, y Rosa, la hermana de Roque, el Moñigo.
La muerte está también presente en la novela, descubierta a través de varios episodios, como la muerte, por enfermedad de la Guindilla Mediana, o el suicidio de la Josefa, pretendiente de Quino antes de casarse este. Pero especialmente, por la muerte accidental de Germán, el Tiñoso, en el capitulo XIX, casi al final de la novela, que es uno de los momentos más dramáticos de la novela.
La crítica social y de costumbres no abunda y cuando se observa es para defender, a la postre, un modo de vida rural y más o menos incontaminado, frente a la corrupción urbana. Es ejemplificador el caso de la Guindilla Mayor, la solterona puritana que persigue a los jóvenes por las noches para que no se beses, acaba integrándose en la ruda normalidad del resto de personajes, al casarse con Quino, el Manco. No hay una denuncia social como habrá en novelas posteriores de Delibes.
En cuanto a técnica y estilo, mucho se ha escrito sobre la manera de escribir limpia y sin afectación de Delibes en esta novela. En efecto, el lenguaje es sencillo y apropiado, y muchas veces cercano al hablar popular o del terruño. En cuanto al narrador, se trata de un narrador externo que conoce el presente y el pasado de los personajes, pero que no duda en introducirse en la mente del protagonista, Daniel, el Mochuelo, para ofrecernos su punto de vista a través del estilo indirecto libre. La construcción estructural de la novela está muy lograda, aunque no llame la atención en exceso. Es muy sutil la manera en que el cierre de un capítulo sirve para abrir el siguiente, o el hecho de que el primer capítulo y el último, que narran las horas anteriores a la salida de Daniel a la ciudad, coinciden, quedando el resto de la novela como el cuadro completo del mundo rural que su protagonista tiene que abandonar.
En 1950, El camino apareció en el panorama literario español como uno de los posibles caminos de renovación de la novela, que hasta entonces había presentado un panorama casi desolador. Podemos decir que, pese a su falta de realismo crítico, ofreció en su momento una visión distinta del mundo rural y una apuesta por unos valores humanos: la amistad, el amor, la naturaleza, que aún sigue vigente. Más aún en obras posteriores de Delibes, como Las ratas o Los santos inocentes.
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